Panorámicas

Técnica: Lápices acuarelados





Cuentos II



LOS TRES CERDITOS
(Adaptación de un cuento de los Hnos Grimm)
Ilustraciones de Silvina Franzani

En un bosque vivían tres cerditos que eran hermanos. Un día decidieron construirse unas casitas para protegerse del lobo.
-Construiré una casita de paja. Acabaré enseguida y así podré ir a jugar - dijo el cerdito pequeño.
-Yo la construiré de madera. Pesa poco y no me cansaré - dijo el cerdito
mediano.

-Pues yo la haré con ladrillos y, aunque me cueste más tiempo y esfuerzo, será más resistente - dijo el mayor.
Una mañana, apareció el lobo y empezó a perseguir a los cerditos. Ellos se escondieron de inmediato en sus casas; el pequeño en la de paja, el mediano en la de madera y el mayor en la de ladrillo.
-Aunque os escondáis, os atraparé. Soplaré y soplaré y las casitas derrumbaré - gritó el lobo.
El lobo llegó a la casita de paja y, de un soplido, la derrumbó.




Entonces el cerdito pequeño corrió a refugiarse en casa de su hermano mediano, mientras el lobo lo perseguía.
-Ábreme la puerta, que el lobo me quiere comer! - gritaba.
Los dos cerditos se encerraron en la casa de madera, pero el lobo llegó, sopló, y la casita derribó.
- Corramos a casa de nuestro hermano! - dijeron los cerditos. Y se fueron tan deprisa como sus patas se lo permitieron.




Cuando los tres cerditos estuvieron en la casa de ladrillo, cerraron bien todas las puertas y ventanas y pusieron una olla con agua al fuego.
-Ahora os escogeré a los tres- dijo el lobo antes de empezar a soplar.
Sopló tan fuerte como pudo, pero la casita era muy resistente y no logró derribarla. Después intentó entrar por la puerta y por las ventanas, pero estaban bien cerradas. Finalmente, trepó hasta el tejado y descendió por el interior de la chimenea. Entonces cayó sobre el agua hirviendo que habían puesto los cerditos al fuego y se ecaldó.
Escapó de allí aullando y se cuenta que nunca más quiso comer un cerdito.


Fin

Cuentos


EL CUERVO Y EL ZORRO
Jean de Lafontaine
Ilustraciones de Silvina Franzani

Posado en un árbol estaba el señor cuervo, y tenía en el pico un rico queso. Atraído por el aroma, el señor zorro le habló en estos términos: -Buenos días, señor cuervo! Eres gallardo y hermoso en verdad! Si el canto corresponde al plumaje, creo que entre los habitantes de este bosque tú eres el ave fénix.



Cuando el cuervo escuchó estas palabras, no cabía en sí de gozo, y para hacer alarde de su magnífica voz, abrió el pico, y dejó caer el queso.
Lo agarró el zorro, y le dijo:
-Aprende, señor cuervo, que el adulador vive siempre a costas del que le cree; la lección es provechosa; bien y vale un queso.
El cuervo, avergonzado, y molesto, juró, aunque un poco tarde, que no lo engañarían otra vez.

Personajes

Lápices acuarelados

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